10 de julio de 2017

A las buenas gentes o gentes buenas

El de ayer fue un día especialmente soleado, y no me refiero a la climatología, sino al brillo que cobró el día gracias a las buenas gentes o gentes buenas. No es frecuente, creo, aunque no soy partidaria nunca de las generalizaciones, darle importancia a los pequeños detalles. Sin embargo, yo pongo cada vez más atención en ellos, porque me hacen feliz.

Pues, eso. Ayer me hizo feliz un pequeño, algunos dirían que minúsculo, detalle. Un detallazo para mí. No puedo deciros quién fue mi salvadora, porque fue una desconocida, pero su buena acción sí que puedo contárosla: me salvó el trasero con una toallita húmeda. Sí, sí, así fue, tal cual. La cosa es que al salir de casa para hacer unos recados con la moto, me encontré con que ésta estaba llena de tierra por la lluvia de barro que cayó hace unos días. El asiento era marrón en vez de negro y mi vestidito mono y reluciente... Debí poner cara de póquer mientras pensaba: "voy a tener que subir a casa para coger un trapo y limpiar esto porque me voy a poner perdida de tierra". En ese preciso instante pasó mi salvadora por la calzada y se percató de la situación. Tras dar unos pasos, regresó sobre los mismos hasta llegar a mí, haciendo gala de una gran empatía. Con una mano me dio unos golpecitos en el hombro, mientras sostenía en el otro una toallita refrescante que podría servir para solucionarme el problema, pensó. Me la entregó y desapareció casi sin darme tiempo a mostrarle mi total agradecimiento. Me dejó con una gran sonrisa en los labios, la mejor forma de comenzar el día.

Ya de camino hacia mi destino, con el culo y el vestido a salvo, me puse a pensar en esta pequeña anécdota. Me di cuenta de que si bien es cierto que hay mucha gente que prefiere mirar hacia otro lado ante las dificultades ajenas, también hay quienes están dispuestas a echar un cable. Todo esto me llevó a los hermanos Zipi y Zape, cuyas aventuras no me perdía cuando era algo más pequeña que ahora. Recordé sus esfuerzos por llevar a cabo unas buenas acciones que se convertían en vales para obtener piezas de la ansiada bicicleta que nunca llegaba. Zipi y Zape realizaban buenas acciones, o al menos lo intentaban, con el objetivo de conseguir algo a cambio. Mi salvadora no esperó ni un simple gesto de agradecimiento. Menos mal, porque no llevaba nada a mano para hacerle un vale. ;)

Digo yo que ayer era mi día de suerte, porque a la hora de comer, no solo compartí mesa con una gente a la que acabo de conocer, sencilla, de mente abierta, interesante y generosa, sino que de postre recibí una lluvia de regalos inesperados. Me han agasajado con un buen champange, unas confituras artesanas y unos dulces típicos, venidos de la vecina tierra francesa, que da muy buenos frutos, os lo aseguro. No puedo evitar preguntarme si me merezco tantos y tan buenos presentes. Pero digo yo que si el destino se está empeñando en poner a buenas gentes o gentes buenas en mi camino, será por algo, ¿no? Sea por lo que fuere, yo no puedo estar más que agradecida.