19 de julio de 2014

Como el pepino...

Casi un mes ya desde la última publicación... La culpa es de Milú, temperamental, idealista, soñadora, se mueve por instito, por impulsos viscerales..., siempre necesitada de las musas. ¿Qué hacer cuando ni la inspiración, ni la motivación acompañan? Paciencia, volverán... Han vuelto.

El pequeño huerto de mi padre ha empezado a dar sus frutos. Ensalada con un poco de lechuga comprada y los sabrosos tomates y pepinos del abuelo (el iaio). Cortando el pepino he recordado que hasta que no tuve uso de razón y alguien me dijo que si los cortabas por el lado equivocado amargaban, yo ni me había dado cuenta. Osea, que para mí los pepinos empezaron a amargar en el momento en que alguien me lo dijo, es más, desde entonces o nunca he sabido cortarlos bien, o es que siempre los encuentro acerbos.

Lo mismo se podría decir de la propia vida que, como el pepino, empieza a amargar cuando alguien te advierte de que no todo es fácil y alegre. Hay a quienes les empieza a acibarar en ese preciso instante y ya nunca más le encuentran el punto dulce, quizá porque, como pasa con los pepinos, nunca han sabido por dónde han de cortar.

Sin embargo, nunca pierdo la esperanza. Sigo empeñándome en encontrar el lado correcto y, aunque amarga a veces, la vida es un suculento manjar de los que hay que disfrutar más allá de consciencias, más allá de advertencias.